Hace ya algún tiempo fuimos nosotros (los españoles) los que salíamos de casa con una maleta en mano a buscarnos el pan de cada día. Fuimos nosotros quienes íbamos a trabajar, a forjar un futuro y a ayudar a nuestras familias desde el extranjero. También éramos esos ilusionados que creíamos en un mundo mejor...
Con esta ideas fuimos a Venezuela, Cuba, Gran Bretaña, etc. Con estas ideas entusiastas llegamos a esos países en los que nos esperaban con los brazos abiertos y, aunque no fuese fácil el trabajo que se realizase, siempre teniamos un hombro dónde apoyarnos...
¡Qué distinta es la realidad en este momento! ¡Qué diferencia hay dependiendo del país de origen!
En la actualidad nos llenamos la boca hablando de cómo hicimos fortuna (en los mejores casos) fuera de nuestras casas. Mientras tanto, no abrimos los ojos ante lo que tenemos delante: personas cargadas de la misma ilusión que algún día tuvimos nosotros, nuestros padres o nuestros abuelos... Las mismas ganas de forjarse un futuro mejor, de ayudar a sus seres queridos y el mismo sentimiento de superación personal...
Entonces... ¿Por qué nosotros no somos capaces de entenderlos? ¿Por qué forjamos una coraza invisible (pero dura) ante la realidad? ¿Porqué creemos que nuestra situación o condición era diferente? ¿Acaso es que ellos, por venir de otro lugar que no sea igual que el nuestro, no tienen derecho a ser bien recibidos? ¿Es acaso que dependiendo de nuestro origen tenemos o no la "desgracia" de ser tratados con la punta del pie?
Está claro, que cada persona es única y que ninguna tendrá las mismas razones que otras para salir de su país de origen, pero lo que si está claro es que ante todo somos seres humanos, y cómo tal debemos comportarnos tanto si somos los que emigramos, como si somos los que recibimos al emigrante.
De todos modos, parece ser que en la sociedad en la que vivimos, cuando nos miramos el hombligo todo va perfecto y no nos apetece levantar la cabeza para mirar al otro, a no ser que eso nos "convenga".
Con esta ideas fuimos a Venezuela, Cuba, Gran Bretaña, etc. Con estas ideas entusiastas llegamos a esos países en los que nos esperaban con los brazos abiertos y, aunque no fuese fácil el trabajo que se realizase, siempre teniamos un hombro dónde apoyarnos...
¡Qué distinta es la realidad en este momento! ¡Qué diferencia hay dependiendo del país de origen!
En la actualidad nos llenamos la boca hablando de cómo hicimos fortuna (en los mejores casos) fuera de nuestras casas. Mientras tanto, no abrimos los ojos ante lo que tenemos delante: personas cargadas de la misma ilusión que algún día tuvimos nosotros, nuestros padres o nuestros abuelos... Las mismas ganas de forjarse un futuro mejor, de ayudar a sus seres queridos y el mismo sentimiento de superación personal...
Entonces... ¿Por qué nosotros no somos capaces de entenderlos? ¿Por qué forjamos una coraza invisible (pero dura) ante la realidad? ¿Porqué creemos que nuestra situación o condición era diferente? ¿Acaso es que ellos, por venir de otro lugar que no sea igual que el nuestro, no tienen derecho a ser bien recibidos? ¿Es acaso que dependiendo de nuestro origen tenemos o no la "desgracia" de ser tratados con la punta del pie?
Está claro, que cada persona es única y que ninguna tendrá las mismas razones que otras para salir de su país de origen, pero lo que si está claro es que ante todo somos seres humanos, y cómo tal debemos comportarnos tanto si somos los que emigramos, como si somos los que recibimos al emigrante.
De todos modos, parece ser que en la sociedad en la que vivimos, cuando nos miramos el hombligo todo va perfecto y no nos apetece levantar la cabeza para mirar al otro, a no ser que eso nos "convenga".
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